Te invito a que leas con atención e interés esta preciosa fábula china del Caballo perdido y el sabio granjero.
«Había una vez un campesino sabio que vivía con su hijo. Tenían un caballo maravilloso que les ayudaba en las labores del campo. Un día, de pronto, el caballo desapareció, se había escapado. Un vecino, que vivía en un campo cercano, les visitó y les fue a consolar.
– ¡Qué mala suerte! Se os ha escapado el caballo, ¿ahora que haréis para trabajar la tierra? ¡Qué mala suerte!
Pero el campesino sabio le respondió:
– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte?… Puede que sí, puede que no… ¿Quién lo sabe? Lo único cierto hoy aquí, es que se nos ha escapado el caballo. Lo demás, el tiempo lo dirá.
Tras unos días, el campesino y su hijo vieron entrar a su campo a su caballo, pero para su sorpresa, volvía seguido de una yegua salvaje. El vecino, nuevamente fue a su casa, tras ver regresar al caballo acompañado, y le felicitó por tan buena suerte.
– Esto sí que es buena suerte, tenías un caballo perdido y ahora no solo ha regresado, sino que además tienes una yegua. ¡Qué buena suerte!
A lo que el anciano sabio, como en la ocasión anterior, le respondió:
– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte?… Puede que sí, puede que no… ¿Quién lo sabe? Lo único cierto hoy aquí, es que el caballo ha regresado con una yegua. Lo demás, el tiempo lo dirá.
En los días siguientes, mientras el hijo del campesino estaba intentando domar a la yegua salvaje, cayó al suelo y se rompió una pierna. Tan pronto como lo llevaron al médico para curarle, éste le comunicó al anciano sabio que su hijo sanaría, pero quedaría cojo de por vida.
Nuevamente, el vecino, al conocer lo ocurrido y ver regresar al anciano y a su hijo, se acercó a su casa para consolarlo.
– ¡Qué mala suerte! Tu hijo con la pierna rota y cojo de por vida… ¿Quién te ayudará ahora a recoger la cosecha del campo? ¡Qué mala suerte!
A lo que el anciano respondió como en las anteriores ocasiones:
– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte?… Puede que sí, puede que no… ¿Quién lo sabe? Lo único cierto hoy aquí, es que mi hijo se ha roto una pierna. Lo demás, el tiempo lo dirá.
Pasado algún tiempo, la región donde vivían entró en guerra y un buen día, un grupo de guerreros se presentaron en cada una de las casas a reclutar obligatoriamente a los jóvenes del pueblo. Al llegar al campo del anciano sabio y su hijo, se dieron cuenta que estaba cojo de una pierna y le dijeron:
– ¿Qué te ocurre en esa pierna?
– Me la he roto mientras estaba domando a una yegua, no puedo correr y nunca más caminaré sin cojear. – dijo el muchacho.
– ¡Así no nos sirves! – dijeron los soldados, y se marcharon para seguir reclutando a los hijos de todos los vecinos.
Cuando se hubieron ido, el anciano le dijo a su hijo:
– ¿Entiendes ahora por qué tantas veces he dicho que el tiempo lo dirá, hijo mío? Los hechos que nos suceden en la vida no son, en sí mismos, ni buenos ni malos. Puede que algo que al principio pareciera “bueno”, acabe dando lugar a otro suceso que nos parezca “malo”, y así sucesivamente. No sufras por lo que sucede. Lo que nos genera dolor es la opinión que tenemos de lo que nos ocurre. No tengas prisa, espera a ver como cada situación afecta tu futuro. Un día, con tu pierna rota, ante el médico, la maldijiste y ahora, gracias a la buena suerte de rompértela has evitado la guerra y quizás hasta la muerte.»
Esta fábula nos invita a realizar una reflexión profunda sobre las percepciones, los juicios, las críticas o las expectativas que generamos contínuamente en nuestras vidas y que tanto nos pueden hacer sufrir.
La vida es un constante cambio. Quizás después de leer esta fábula hayas podido darte cuenta de alguna circunstancia en tu vida que juzgaste como algo «malo» y que a posteriori se convirtió en algo «bueno», o viceversa.
No siempre será así, pero esta fábula nos llama a vivir la vida desde un prisma diferente, sin juicio y con más perspectiva.
También me gustaría comentar algo brevemente ahora sobre la resiliencia. Esa capacidad que tenemos las personas para afrontar y superar los problemas, las dificultades, los desafíos, las adversidades o los hechos traumáticos en nuestras vidas y de seguir hacia adelante. El mindfulness, por ejemplo, nos ayuda a desarrollar la resiliencia.
En los momentos más duros, ser resiliente es no tirar la toalla y seguir hacia adelante. Pero sí es cierto, que incluso tras esos momentos difíciles (a veces tras mucho tiempo), cuando hemos conseguido salir hacia adelante y miramos hacia atrás con la suficiente distancia, quizás nos damos cuenta de que hemos sacado un aprendizaje de ese periodo difícil o de que algo inesperado ha llegado a nuestra vida . Quizás ha habido alguien a nuestro lado apoyándonos que no nos esperábamos, o valoramos más ciertas cosas que antes dábamos por sentadas, o hemos descubierto en nosotros o en nosotras capacidades que desconocíamos tener, o hemos conocido a personas nuevas y afines, o hemos podido emprender un nuevo camino que nunca nos hubiéramos planteado…
Esta visión nos enriquece como personas y alimenta nuestra autoconfianza, esperanza y equilibrio interior.
¿Quieres a cuidarte a nivel físico, mental y emocional? Te invito a que practiques Mindfulness.
Deseo que todo te vaya muy bien y tengas mucha salud.
Mª Pilar Biota
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